viernes, 8 de julio de 2016

Desgarros de despedida.

Todas las mañanas te despiertas
con el pelo
enredado en sueños
o quizá
son los sueños
los que te atrapan
entre las sábanas de mi cama.

Te miro,
tranquila,
esperando que esta vez
-aún con los ojos cerrados-
decidas volverme a comer
y a arañar
mis labios
y a morder
mi piel.

Que al menos la cerveza de mañana
no se beba en vaso roto,
basta con que nuestras palabras
se las lleve el camarero.

Me llevarás por las calles oscuras
que escondes en tus pupilas
y -como cada sábado noche-
nos perderemos por los bares
de Vetusta

y el domingo
-como cada vida-
acabaremos en San Lorenzo
para que me reabras
las heridas,
desgarres
la despedida
y beses
aquel adiós
que nos mece
la mar.

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