miércoles, 16 de marzo de 2016

Fotogramas perdidos.




El disco había acabado y ya no había música de fondo. Estaba desnuda, el agua recorría su cuerpo resentido ya por el calor. Se ahogaba, notaba que el vapor concentrado en esa minúscula ducha la estaba asfixiando lentamente. Otro alguien dudaba si bajar finalmente la manilla de la puerta. Probablemente no era tan buena idea como había pensado en un primer momento. Dejó recaer la cabeza sobre los azulejos y el agua descendió entonces con más rapidez por su espalda. Le quemaba. Abrió un instante los ojos y lentamente volvió a ver el agua rojiza en el plato de la ducha, los cerró de nuevo. Fue en ese instante cuando la manilla habló en su lugar. Dudaba otra vez. Le dolía el silencio provocado por el agua y por ella. Así, sin quitarse la ropa, la abrazó. Se rompió como rompe la marea contra el espigón. Se fundieron como la tormenta se funde con la mar. 
Se perdieron. Lo perdieron. 


Cerró el grifo. Solo las últimas gotas se atrevían a romper el silencio. Tiritaba. Sangraba dibujando ríos por sus piernas. Firmes, doloridas. Dudaba, siempre dudaba. Sin soltarla se sentó. Ella notó con más intensidad el calor del agua enrojecida en su piel. Miraba fijamente la oscuridad de sus párpados. También entonces el corazón resonó en sus sienes. Era alguien golpeando la puerta. Otro alguien que no dudaba. Nunca dudaba. Lo habían perdido. La perdió.


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