Te habías recogido el pelo y yo había aprendido a interpretarte. Dejaste la espalda desnuda, desprovista de armas, como a mi la primera noche. Ahora el sol arde mientras la arena brilla sobre tu piel.
El calor del verano quemaba.
Quemabas.
Me quemabas por dentro con la mirada.
Reías al compás de la mar
y rompías como rompen las olas en la orilla.
Me rompías también a mi
con tus caricias.
Te movías al ritmo impuesto por el viento de levante,
pero yo soy el mar en calma.
Me mancas.
Me mancan tus manías,
me mancan tus miradas,
me manca tu risa,
me manca tu piel,
esa que baña ahora la lluvia
a ochocientos kilómetros de levante.
esa que baña ahora la lluvia
a ochocientos kilómetros de levante.
Me mancas,
me mancan
tus ochocientos kilómetros
tus ochocientos kilómetros
y me manca
tu ausencia.